lunes, 16 de agosto de 2010

Semblanza del Libertador Simón Bolívar

Semblanza del Libertador Simón Bolívar

El 24 de julio de 1783, hace 227 años atrás, el matrimonio compuesto por Don Juan Vicente Bolívar y Ponte –rico hacendado y Coronel de las Milicias que gozaba del título hereditario de Regidor Perpetuo- y Doña Maria Concepción Palacios y Blanco - mujer de singular belleza, conocida por ser amiga del lujo y apasionada de la música- recibían en el seno de su hogar a Simón; el cuarto de los cinco hijos que engendrarán. Ese día jueves, en una Caracas –capital de Venezuela- de 45 mil habitantes y floreciente pasar, llegaba al mundo quién a la postre se transformaría en un referente inspirador de las más sublimes aspiraciones del ser humano: la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
Su vida transcurrió como nuestro devenir en la Orden. No en vano, su ingreso en la misma no fue más que otra señal de la calidad de su metal, ese que vaya si fortaleció a esa cadena de grandes eslabones que se conformó por esa época, para liberar al continente de las garras de la opresión colonizadora.
Aprendiz prematuro, en enero de 1786 –cuando tenía dos años y medio- muere su padre ya sexagenario, y su madre correría idéntica suerte en 1792, cuando con 34 años fue vencida por una tuberculosis. Simón, con nueve años, pasó a la tutela de su abuelo materno –Don Feliciano- quién se encargó de iniciarlo en las primeras letras; el que falleciera un año más tarde. Así, a temprana edad comenzó a forjar su espíritu libre y creador, ilustrándose con reconocidos letrados de la vida nacional venezolana, como Andrés Bello, Fernando Vides y Simón Rodríguez; los que le inculcaron su admiración por el H.•.Mas.•. Juan Jacobo Rosseau y el principio "libre-pensador" que finalmente le llevaría a su destino final. A los 16 años, Bolívar abandona el Nuevo Mundo y parte el 19 de enero de 1799 a España, donde –por un lado- mientras interactuaba con las más altas clases socio-económicas de la península, se familiariza con las ideas de la Revolución Francesa y -por otro- contrae matrimonio a los 19 con María Teresa Toro Alaiza; con la que regresa a Venezuela y de la que queda viudo a los 20 años; en un infortunio que termina de templar su personalidad acerada, tenaz, de implacable perseverancia e increíble fortaleza. Así fue que en enero de 1803 decide volver a tierras españolas a dar cuenta de lo sucedido a sus suegros. Allí en Cádiz, a los pocos días de su arribo el joven Bolívar hace amistad con algunos intelectuales que integraban la Logia “Lautaro”, con los cuales conversaba sobre las ideas de libertad y la necesidad de luchar contra toda forma de opresión, en su búsqueda de un camino que lo iluminara sacándolo de la penumbra en que lo había sumido una juventud sin los afectos más cercanos. Atraído por esos conceptos revolucionarios, decide ingresar a la Orden, en donde a puertas cerradas discute sobre los principios de "Libertad, Igualdad y Fraternidad", sobre la dignidad del hombre y la posibilidad de convertir en repúblicas independientes a las colonias españolas de América; charlas de las que participaban entre otros José de San Martín, Bernardo O'Higgins, Carlos María de Alvear y Mariano Moreno; a la postre próceres independentistas del continente al igual que Bolívar.
El trabajo en Logia hizo germinar en su mente la idea de acabar con el dominio español en Venezuela, para desde allí sembrar la semilla de la libertad por el resto de Sudamérica; una tarea que requería de otras herramientas dirigidas por la conciencia, tal como la obra de un Compañero Masón. De allí partió hacia el conocimiento intelectual, -del cual todavía carecía- para iniciar y liderar el levantamiento que las colonias le exigían. Así fue que iniciado en la Masonería, viajó a Madrid y luego a Francia, en donde frecuentó los salones más elegantes, trabando amistad con notables de la época, con muchos de los cuales coincidía en su carácter de Masón y el aborrecimiento de las monarquías y demás sistemas despóticos. Recibido su Aumento de Salario en la Logia “San Alejandro de Escocia” de Francia, Bolívar emprende un viaje de observación y estudio por Suiza e Italia, en donde el 15 de agosto de 1805 y acompañado de su maestro Simón Rodríguez, al pie del Monte Sacro de Roma pronunció un trascendente juramento: “¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!”. Allí surgió la decisión definitiva de conducir en América su inmensa obra emancipadora, allí eligió la piedra bruta a desbastar para que la Luz llegue a todo el continente. Tenía 22 años, y con su personalidad ya profesaba un magisterio que aún hoy es ejemplo y enseñanza para todos.
En mayo de 1806, cuando preparaba su retorno a Venezuela, Bolívar es ascendido al Grado de Maestro en la Logia "San Alejandro de Escocia". No fue por ese entonces la única distinción que recibió, ya que la Junta de Gobierno formada a raíz del pronunciamiento del 19 de abril de ese año, lo designó a la comisión encargada de recabar apoyo –tanto en armas como económico- de los gobiernos de Gran Bretaña y los Estados Unidos, para hacer realidad la empresa libertadora. Es en Londres donde fue confirmado en el grado por parte de la Logia Masónica "La Gran Reunión Americana", fundada y dirigida por Francisco de Miranda, a quien muchos consideran el verdadero padre del movimiento independentista hispanoamericano. En tanto que en enero de 1807 llega a Charleston (EEUU), de donde sigue a Filadelfia -sede de la independencia y de la Masonería Americana- buscando la colaboración descrita; en donde los líderes de dicha revolución le prestan importantes auxilios, pero sobre todo –en el intercambio de ideas- le permiten dar con el cincel de su conciencia y el mazo de su voluntad, la última estocada a la piedra bruta que estaba puliendo, terminando así por delinear con su genio su pensamiento político estrechamente ligado a los ideales masónicos: combatir por la libertad, la justicia, la independencia, la unidad y la integración.
Una tarea que reflejó operativamente en los campos de batalla, iniciando un proceso que lo llevó a ser el "libertador” de cinco naciones: Venezuela, Colombia, Ecuador (llamada Provincia de Quito), Perú y el Alto Perú (luego nombrada Bolivia en su honor). El escenario físico de la acción bolivariana fue de más de 5 millones de kmts.2 –el equivalente a 23 países de Europa o al doble de los desplazamientos de Napoleón Bonaparte- en donde participó en 79 batallas y cabalgó 64 mil kmts. en 25 años de lucha y sacrificio; solo capaz de sobrellevar fortalecido por su perseverante idea libertaria.
Pero también dejó su labor de manera especulativa en no menos de 10.000 documentos, entre cartas y proclamas, algunos de una magnitud tal como el Manifiesto de Cartagena –escrito en 1812- en el que invita a redimir a los venezolanos de los padecimientos que sufren y propone una concepción de la independencia como un proyecto continental, la Carta de Jamaica -de 1815- en que expone sus ideas sobre el futuro de la América Hispana; y el Discurso al Congreso de Angostura de 1819, en donde con la mentada frase: “Unidad, Unidad, Unidad, debe ser nuestra divisa”, se refiere a la unidad de los pueblos para obtener su libertad y soberanía, alerta contra la anarquía y pide un orden de legalidad y justicia.
Su vida fue tan proficua como breve. A sus tempranos 47 años –los suficientes como para llenar de prodigios la historia continental–el 17 de diciembre de 1830 parte al Oriente Eterno. En la Quinta de San Pedro Alejandrino (Colombia) solo lo acompañaban su médico –el francés Alejandro Próspero Reverend-, el general venezolano Mariano Montilla y su criada. Murió como muere un iniciado, despojado de los metales –ya que no legó ni casas, ni dinero, ni oro- pero dejando un legado mucho más rico de libertad, igualdad y fraternidad al continente americano. Terminó sus días como buen Masón, midiendo sus acciones con el compás y la escuadra, al punto que desde su lecho –ya avizorando su final- firmó su última carta de entendimiento y fraternidad dirigida al Gral. Justo Briceño, pidiéndole su reconciliación con el Gral. Rafael Urdaneta; ambos dirigentes de la Masonería venezolana. Hecha la gestión, se fue al Oriente Eterno con la misión cumplida.
Lo más trascendente de la vida de Bolívar está en su pensamiento político y en su espíritu de servicio al combate por la libertad y la justicia, por la independencia y la integración. No hay duda de la influencia de la Masonería en su genio. El incentivo al trabajo, la lucha por el advenimiento de la justicia –sobre todo hacia los más desamparados- , el exhortar a sus adeptos a contribuir al mejoramiento de la colectividad y al enaltecimiento de los postulados de libertad, igualdad, fraternidad y solidaridad social, esos principios fundamentales de la Masonería estuvieron y están presentes a lo largo de su devenir. La liberación política, económica y espiritual de los pueblos, el rechazo moral a la discriminación, la eliminación de las barreras religiosas y raciales, la lucha contra la exclusión y explotación del hombre por el hombre y el combate a los privilegios y la intolerancia, están vivas en sus ideas y su accionar; tal como lo especificó el H.•. José Martí cuando dijo: “Bolívar no defendió con tanto fuego el derecho de los hombres a gobernarse a sí mismos, como el derecho de América a ser libre”.
Hoy, cuando el reclamo de justicia, tolerancia y paz en el mundo se hace escuchar cada vez más fuerte, recordamos en la figura de Bolívar un ejemplo insigne de la Masonería y su labor; una tarea que el Libertador llevó a cabo de forma justa y perfecta. Como le espetó el político peruano José Domingo Choquehuanca –en el caserío de Pucará- tras corolar el prócer la fundación de cinco repúblicas: “Esta obra elevará vuestra grandeza a donde ninguno ha llegado. Con los siglos crecerá vuestra gloria, como crece la sombra cuando el sol declina”….y vaya si tuvo razón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario